El Centro Loyola Ayacucho, en colaboración con la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, presentó en Ayacucho el estreno de la obra teatral "El Rincón de los Muertos", una emotiva creación del actor ayacuchano Ricardo Bromley. Esta obra es una profunda reflexión sobre la memoria colectiva, que invita a los espectadores a explorar las luchas sociales y la defensa de los derechos humanos, todo ello en el contexto de los más de dos siglos de violencia que han marcado la historia de Ayacucho y del Perú.
A través de su interpretación, Bromley no solo honra las víctimas cuyas voces fueron silenciadas por el paso del tiempo, sino que también confronta a la sociedad actual, llamándonos a preservar la memoria histórica y a mantener viva la lucha por la justicia y la verdad. La obra se convierte así en un llamado a la reflexión y en un espacio para cuestionar el pasado, reconocer las injusticias sufridas y comprometernos con la construcción de un futuro más justo y reconciliado.
El evento contó con la participación de representantes de ANFASEP, miembros de ASFAH, organizaciones del movimiento ciudadano de derechos humanos, así como jóvenes activistas comprometidos con la defensa de los derechos humanos. Además, estudiantes de diversas instituciones educativas de la región se unieron a este acto simbólico, reconociendo la importancia de mantener viva la memoria y de trabajar colectivamente por una sociedad más justa. Este encuentro fue un momento de unión y compromiso social, en el que todos los asistentes se comprometieron a seguir luchando por los derechos humanos y a mantener presentes las historias y experiencias de quienes han sufrido en silencio.
"El Rincón de los Muertos" es una obra producida por Yanira Dávila y Sebastián Rubio, que fue parte del programa FAE Incuba del Festival de Artes Escénicas de Lima (FAE). Su presentación en Ayacucho fue un homenaje a todas las víctimas de la violencia, y un recordatorio de la necesidad de seguir trabajando por la verdad, la reconciliación y la justicia en el país. La obra no solo aportó al arte y la cultura, sino que también abrió un espacio de reflexión sobre los procesos de memoria histórica y reparación, cruciales para avanzar hacia una sociedad democrática y pacífica.